Margaret Mead: historia del fémur roto

Margaret Mead fue una antropóloga estadounidense del siglo pasado. Nació en Filadelfia en 1901 y después de graduarse en Psicología y Antropología y trabajar como académica en Nueva York, decidió estudiar directamente la cultura, la organización y el carácter de los pueblos en distintas islas del Pacífico Sur (sobre todo en Nueva Guinea y Samoa). De sus investigaciones resultaron numerosos libros que han inspirado el desarrollo de la Antropología y la Etnografía hasta nuestros días. 

 Pues bien, esta mujer, feminista y pionera de la defensa de los derechos humanos. Se cuenta que uno de sus estudiantes preguntó a Margaret Mead cuál consideraba ella que fue el primer signo de civilización en la Humanidad. El alumno y sus compañeros esperaban que se refiriera al anzuelo, la vasija de barro o la piedra afilada, el uso del fuego o la agricultura. Pero no. Lo que ella consideraba el primer signo de civilización en una cultura antigua era la existencia de un fémur que alguien se fracturó y que luego aparece sanado. Las razones que dio la antropóloga para sostener esta apreciación fueron sencillas, pero sorprendentes: en el reino animal, si te rompes una pierna, mueres, pues no puedes procurarte comida o agua ni huir del peligro, siendo presa fácil de los depredadores. Y ningún animal con una extremidad inferior rota sobrevive el tiempo suficiente para que el hueso se suelde por sí sólo. De modo que un fémur quebrado y que se curó, evidencia que alguien se quedó con el herido y le inmovilizó la fractura, que lo protegió y le proporcionó agua y alimento. Es decir, que lo cuidó. Aquí es donde, según Margaret, inicia una civilización. 

 La anécdota es tremendamente inspiradora y podríamos intentar ampliar los alcances de lo que sugiere. Una civilización comienza a construirse en el momento en que los individuos comienzan a reconocerse unos a otros y a sentirse movidos a protegerse mutuamente, a cuidar la supervivencia del grupo frente a tantos desafíos naturales que debían enfrentar. De ahí ya puede venir todo lo demás: una organización, un proyecto común, intercambio de experiencias y aprendizajes que enriquecen el conocimiento de otros y generan nuevos descubrimientos y técnicas. La vida se llena de posibilidades cuando se tiene el apoyo de los demás: se reparten los trabajos, se especializan los oficios, se facilita la supervivencia, se garantiza el crecimiento del grupo… y nace una civilización.

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